Mujeres en la EAS

En el año 1988 la Escuela de Agricultura y Sacarotecnia se vería envuelta en un hecho escandaloso pero histórico: bajo el manto del Estatuto de la Universidad Nacional de Tucumán, un grupo de madres con hijas aspirantes al ingreso a la institución, se ampararon bajo este, alegando que “en ningún artículo de la Carta Magna Universitaria, se prohíbe el ingreso a determinado grupo social”.

En el siguiente año, y bajo la dirección del Ing. Raúl Alberto Dip, por primera vez después de casi 120 años, el alumnado pasa a ser mixto, abriendo las puertas a toda aquella persona que desee cursar el cursillo y rendir los posteriores exámenes.

Fue así como en el año 1990, la primera camada de mujeres ingresó a la E.A.S.

Históricamente, a las mujeres se les había negado la educación y para ese entonces, la educación técnica no sólo no era la excepción sino que además, era mucho más hostil para estas. Todo esto se debía a una serie de hechos de carácter patriarcal, entre los que se destacan los estereotipos de género a la hora de dividir las actividades entre lo que debían o no debían de hacer hombres y mujeres.
La E.A.S. fue la primera institución secundaria de Argentina en admitir el ingreso a las mujeres, por lo que esto causó un “efecto dominó” en las demás instituciones preuniversitarias de todo el país.

En Tucumán, este proceso iniciado por la E.A.S. fue uno de los pilares fundamentales.